martes, 28 de junio de 2011

MIS TEXTOS: "EL HADA DE LOS LIBROS"


—Mira —me dijo señalando un voluminoso libro. —Lo que estabas buscando, ¡Los cuentos completos de Allan Poe!
Se me iluminaron los ojos, hace meses había visto un libro similar, pero se encontraba sucio y consideré que un libro mancillado no merecía estar en mi nueva biblioteca.
—Vamos a seguir viendo —le respondí, me desanimaba el precio, era muy costoso, pero valía lo que pedían por él, reunía todos los cuentos del autor de El cuervo, además estaba traducido por Cortázar y cada cuento estaba comentado por un narrador hispanoamericano, toda una “joyita”.
La visita a la feria se extendió desde la tarde hasta la noche, cada uno por su lado y por momentos juntos disfrutamos nuestra excursión, a pesar de los empujones y la aglomeración de la gente, estas ferias se han vuelto muy populares últimamente.
—¿Qué has hecho en el tiempo que te dejé sólo?¿Qué tienes en la bolsa? —me preguntó con una sonrisa. —¡ Lo compraste! Lo sabía.
—¿Y qué traes tú? —respondí, mientras veía unos cuántos libros en su bolsa.
Fue la única compra que pude hacer, aunque ella ofreció prestarme dinero para comprar más, quedé satisfecho con el nuevo inquilino de mi biblioteca.
Ya en el bus realizamos nuestra ceremonia, ella sacó el plástico protector a sus libros y yo al mío, los olimos un rato y luego los intercambiamos, no nos importó que nos estuvieran viendo, total es algo que cada uno hizo desde siempre.

El azar hizo que aquella noche uno de nuestros profesores no asistiera a clases, la había escuchado comentar con una compañera que quizás visitaría a la salida uno de los tantos “huecos” donde se expenden libros usados en el centro de la ciudad, aquello me pareció peligroso -también quise aprovechar la oportunidad para conocerla, debo reconocerlo- así que le ofrecí acompañarla y ella aceptó.
La charla en el bus fue la charla de dos compañeros de aula que recién se conocen: breve y superficial. Pronto llegamos al centro, a una zona que de día tolero, pero de noche me espanta por los peligros que encierran sus calles. Aquella atmósfera agresiva no la afectó, al contrario, me contó que regularmente recorría esos lugares sola y sin importar la hora.
Las calles de aquel lugar son estrechas y están muy deterioradas; las tiendas pequeñas y modestas, pero para quienes amamos los libros, están repletas de magia. En aquel lugar no sólo se venden libros usados y nuevos, también, revistas, discos, juguetes de colección y algunas excentricidades, quedé fascinado.
Los vendedores que nos atendieron no desentonaron con aquel lugar: un hippie, una mujer esquelética, algún rockero, todos conocedores de lo que albergaban sus estantes, todos integrantes de ese microcosmos literario, y según percibí, del que mi guía también formaba parte.
Ella, a pesar de su aparente fragilidad, con aquel brillo en los ojos, se inclinaba revolviendo libros o revisando discos, charlaba con familiaridad con algún vendedor, compartiendo sus hallazgos y mostrándome a ratos algunos de los “tesoros” que encerraban aquellas viejas calles. Ella en su elemento también adquirió magia.
En una de las tiendas vi un ejemplar de una revista para adultos muy conocida y me detuve a hojearla.
—¿Qué estás viendo? —me preguntó, y luego con la mirada de niña traviesa se acercó y la hojeó conmigo. —¿A ver que tienen? Nunca he visto una de estas.
Pasamos por un pequeño bar, famoso por ser frecuentado por los bohemios de Lima, me comentó con cierto orgullo que un amigo suyo una vez la invitó a entrar, quién iba saber que también nosotros lo visitaríamos.
Cuando era niño creía dragones, duendes y hadas, hasta ahora no he podido ver a ninguna de las dos primeras criaturas, pero si he visto un hada, el Hada de los Libros.

BETO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso y tierno.Me encantan tus escritos.A ver si algún día la invitas al bar,de seguro le encantará.Y por cierto,compraste algo?

Muchos saludos

Anónimo dijo...

Aquel día nada, y si visitamos el bar, pero esa es otra historia