“¡Beto!,¡
Beto!, no me lo vas a creer. El Ateneo es una librería gigantesca, funciona en
la estructura de un gran teatro, puedes coger los libros que quieras, sentarte
y leerlos, y si quieres los compras. También visité los bares y museos, hay un
cementerio impresionante, hay mausoleos que tienen sótanos con varios niveles y
en ellos se hacen misas, estos pertenecen mayormente a empresas”. Era la
llamada internacional más larga que había recibido en mi vida, las palabras de Cerebro fluían sin cesar y desbordaban
emoción.
Mi amigo trabaja en una transnacional, lo enviaron a Argentina por un tiempo, y a su regreso probablemente lo envíen a Bolivia por algunos años, me apenaría mucho, pues realmente es mi amigo, tal vez el único que tenga en ese nivel de amistad, pero si es por su bien, me alegra.
Cerebro era el más cuerdo de toda la patota, nos conocimos desde el primer día de clases, yo creo en el destino, y me inclino a pensar que esta vida nos sirve para juntar los trozos de vidas pasadas, esos trozos vendrían a ser la gente que nos rodea, eso explicaría porque nos es tan fácil intimar con algunas personas.
“Beto, tú eres Patroclo y yo soy Aquiles, nos hemos vuelto a encontrar y lo volveremos a hacer”, me decía. Me agradaba escuchar eso, aunque el vivo se acomodaba, pues de alguna forma, Patroclo era el “ muchacho” de Aquiles, pero en fin.
Cerebro, era muy tímido, siempre vestía ropa oscura y unos anteojos negros que ocultaban sus ojos. Estaba lleno de conocimiento, con él se podía hablar de historia geografía, literatura, ciencias oscuras, mitología e infinidad de temas. Lamentablemente muy pocos valoraban eso, claro, no era mi caso, aunque había un terreno al que yo no podía entrar, las matemáticas, siempre fueron mi cruz.
El ajedrez, también era una de sus pasiones, nos daba tanda a todos, sinceramente desde que lo conozco, mis triunfos sobre él se pueden contar con los dedos de la mano, de una mano. Con el paso de los años, llegó a ser presidente de uno de los clubes más antiguos y reconocidos de la capital.
A pesar de su capacidad, tenía problemas para expresarse, cuando exponía, parecía que alguien había encendido una radio, inmóvil y protegido por sus lentes oscuros, hablaba sin expresar ninguna emoción.
Cerebro tampoco bebía, por lo menos hasta que nos conoció, después de un
examen, la patota se reunió en un bar y mientras él estaba en el baño, Ayul,
ahora en Venezuela, agregó cerveza a su vaso de Coca cola, ese fue el inicio,
ahora ya no le puedo seguir el ritmo.Mi amigo trabaja en una transnacional, lo enviaron a Argentina por un tiempo, y a su regreso probablemente lo envíen a Bolivia por algunos años, me apenaría mucho, pues realmente es mi amigo, tal vez el único que tenga en ese nivel de amistad, pero si es por su bien, me alegra.
Cerebro era el más cuerdo de toda la patota, nos conocimos desde el primer día de clases, yo creo en el destino, y me inclino a pensar que esta vida nos sirve para juntar los trozos de vidas pasadas, esos trozos vendrían a ser la gente que nos rodea, eso explicaría porque nos es tan fácil intimar con algunas personas.
“Beto, tú eres Patroclo y yo soy Aquiles, nos hemos vuelto a encontrar y lo volveremos a hacer”, me decía. Me agradaba escuchar eso, aunque el vivo se acomodaba, pues de alguna forma, Patroclo era el “ muchacho” de Aquiles, pero en fin.
Cerebro, era muy tímido, siempre vestía ropa oscura y unos anteojos negros que ocultaban sus ojos. Estaba lleno de conocimiento, con él se podía hablar de historia geografía, literatura, ciencias oscuras, mitología e infinidad de temas. Lamentablemente muy pocos valoraban eso, claro, no era mi caso, aunque había un terreno al que yo no podía entrar, las matemáticas, siempre fueron mi cruz.
El ajedrez, también era una de sus pasiones, nos daba tanda a todos, sinceramente desde que lo conozco, mis triunfos sobre él se pueden contar con los dedos de la mano, de una mano. Con el paso de los años, llegó a ser presidente de uno de los clubes más antiguos y reconocidos de la capital.
A pesar de su capacidad, tenía problemas para expresarse, cuando exponía, parecía que alguien había encendido una radio, inmóvil y protegido por sus lentes oscuros, hablaba sin expresar ninguna emoción.
Tuvo una época de deportista, compró una bicicleta y empezó a usarla para ir a la Facu y visitar a los amigos, su experiencia como ciclista terminó pronto, cuando un carro mando al basurero a la bicicleta y a él al hospital, era curioso verlo en la Facu lleno de vendajes, parecía una momia.
Cupido también le jugó una mala pasada. En una de nuestras tantas salidas con la gente de la facultad, al regreso de la playa, decidió declarase a una de las chicas, se nos había hecho tarde y estaba oscuro, ella bajo del bus y él con ella con el pretexto de acompañarla, le di un abrazo y le desee suerte, al día siguiente me llamó muy temprano, me parecá escuchar el lamento de un niño, la pena le duró varias semanas.
Mi madre lo quiere mucho, lo llama por su diminutivo, y el que no quiere, se deja engreír, hasta me pone celoso, cada vez que le pasa algo importante se da su vueltita al barrio, donde mi amigo y vecino Manuel lo idolatra, por su maestría en el ajedrez.
Pasaron muchas cosas, murió su padre, terminamos la carrera en la facultad, empezamos a trabajar juntos y luego por más que me insistió, decidí no seguir su camino. Luego ingresó a trabajar en una transnacional y cambio, se volvió arrogante y su trato a la gente se hizo más áspero, nunca lo había escuchado utilizar esas palabras y ese tono: “Es el precio del éxito”, “La empresa es una jungla”, “Todos quieren tu puesto”, “Debes golpear antes que te golpeen”. Me alegró no seguir sus pasos.
Pensé que nuestra amistad llegaba a su fin, pero el tiempo es un buen maestro. Hace unos días lo vi, ya dejó la arrogancia, volví a ver al viejo amigo frente a mí , me trajo un ejemplar de El Clarín y me enseñó las fotos de su viaje en su cámara digital, volvió a encontrase con mi madre, quien volvió a llamarle por su diminutivo.
Lo olvidaba, ya no usa lentes oscuros y si miran bien sus ojos verán tras esos cristales la mirada de un niño.
Beto
5 comentarios:
Precioso! Escribes muy biennnnn, espero escribas más sobre Cerebrooooo.
Nunca hay que seguir los pasos de otros si no aquellos que cuando los damos nos hacen felices y crujen al son de nuestro corazón!
Tu también escribes muy bien, tus frases tienen mucho significado
Me gusta mucho leerte y más este tipo de historias, tan reales, tan sensibles, tan de uno.
Felicitaciones por el blog!
Me encantó la historia de Cerebro..Las experiencias que uno vive con otros a lo largo de la vida te hace conocer a las personas y en ellas encontrar a tus amigos...
Me gusto tu historia..Felicitaciones Betito...!
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