viernes, 30 de septiembre de 2011
MIS TEXTOS: "MOISES"
Se iniciaba el verano, temporada de vacaciones, recién había terminado de almorzar y me dirigía a tomar la siesta, alguien llamó a mi puerta. Al abrir encontré a una mujer muy humilde acompañada de una pequeña niña, le pregunté que quería y con ese tono de confianza que tiene la gente sencilla del interior de nuestro país me dijo:
—Joven, mire lo que encontré, este animalito debe ser suyo.
Fue la primera vez que vi a mi pequeño amigo, en las manos de aquella mujer había un pequeño loro que seguramente por falta alimento estaba a punto de desfallecer, yo sabía que no era mío, ella también, pero que importaba, le di a aquella mujer unas cuantas monedas, que para ella debieron suponer un tesoro, por la sonrisa que se dibujo en su rostro.
Subí a mi nueva mascota a la segunda planta, le busqué un poco de agua y alimento, pero el pobre animalito apenas podía tenerse en pie, menos volar, tuve que llevar el tazón a su pico para que pudiera beber, lo mismo pasó con la comida, aunque el desagradecido me mordió, pero su debilidad hizo que pareciera una caricia.
Moisés había llegado a casa, se supone que yo me iba a hacer cargo de él, pero el nene se convirtió en el engreído de mi madre y mis hermanas. Los cuidados que le prodigamos hicieron que rápidamente se recuperará, ganó en tamaño y sus colores parecían brillar.
Mientras nuestros pequeños pericos estaban condenados a dormir fuera de casa, Moisés tenía jaula individual, apenas oscurecía se le guardaba en casa y pobre de aquel que osará molestarlo, nos amenazaba con su afilado pico. En la mañana, como un niño, gritaba para que se le deje salir y tenía tanta comida que apenas mordisqueaba sus granos de choclo, granos que con gusto comían una docena de periquitos. El pequeño plumífero se había convertido en monarca de nuestras mascotas, y pensar que ingresó como mendigo.
Una de las pocas veces que olvidamos guardar la jaula de nuestro amiguito, gente de mal vivir trepó a nuestro balcón y se lo llevó, creo que el rencor es un sentimiento que no debe ingresar en nuestro corazón, pero debo reconocer que en aquel momento lo sentí.
Ya es tiempo de conseguir un lorito.
BETO
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