sábado, 12 de abril de 2008

MIS TEXTOS: "GALLOS"

Todos mis familiares quisieron sentarse juntos para realizar el viaje en bus a la segunda ciudad del país, pero no se pudo, así que mi cuñado y yo tendríamos que sentarnos con algún extraño. A él tocó un tío sin pelo que durmió casi todo el viaje, mi suerte fue distinta.

- Creo que ese es mi lugar- me dijo risueña una joven de unos veintitantos años.
- Eh, no me di cuenta, de aquí hay una buena vista- respondí.
Era cuestión de tiempo para entablar una buena conversación, pensé, el viaje duraría más de diez horas, así que habría suficiente tiempo para romper el hielo.

- Trabajo en una tienda de está ciudad, es una cadena con tiendas en varias ciudades, hacemos todo tipo de impresiones, me enviaron a la capital para asistir a charla sobre marketing- me contó.
- ¿Aprendiste mucho?, ¿te puedo tomar un examen?- le pregunté.
- Todo está en mi cuaderno- contestó mientras sonreía.
Al cabo de unos minutos ya hablábamos como buenos amigos.
- Mi padre es un artesano, has visto esas figuras de nacimiento.
- Ah y también cría gallos, tiene más de cincuenta y antes tenía más, cuando era niña, junto a mi hermano acompañábamos a mi padre al coliseo, ganaba dinero, aunque también perdía.

Me agradó escuchar la pasión y naturalidad con la que hablaba, dándome detalles de la crianza de dichos animales, empecé a recordar mi experiencia con los gallos.

En el tiempo en que se estaba construyendo mi casa, mis visitas a la ferretería se hicieron muy frecuentes, pero no crean que el servicio que prestaba a mi padre me desagradaba, todo lo contrario, aunque por distraido más de una vez perdí el dinero y me ganaba un coscorrón, la ferretería que visitaba tenía dos pisos, estaba llena de materiales y herramientas, pero lo que más me gustaba era un estante pegado a la pared lleno de gallos, el dueño era un hombre de treinta años, con la paciencia suficiente para responder todas las preguntas que un niño le pudiera hacer sobre dichos animales, disfrutaba dichas charlas.

- Señor, en mi casa también crío animales, mi corral está lleno de patos.
- ¡Qué bien!- me contestaba-.- A ellos tienes que criarlos con bastante agua- agregaba.
Mi amistad con el ferretero fue creciendo y pasó por mi mente la idea de hacer un trueque, que sucedería si le propusiera un cambio, que me diría si le propusiera cambiar uno de mis patos por una de aquellos hermosos gallos.

Lamentablemente no tuve la oportunidad de hacer dicha propuesta, mi amigo el ferretero falleció de un enfermedad, de esas que un niño no entiende aún.

Sin embargo todavía me quedaba el consuelo de ver los gallos, pero ya no pude verlos, en mi siguiente visita, la que me atendió fue su joven viuda, los gallos se habían hecho humo, no atreví a preguntar.

Al cabo de un breve tiempo, la joven viuda se comprometió nuevamente, la ferretería cerró y nunca más volví a verla.

La charla con mi bella amiga continuó durante toda la noche, casi no dormimos, fingimos estar en un campamento. Por supuesto, durante mi estancia en aquella lluviosa ciudad, volví a ver a mi nueva amiga varias veces, pero esa es otra historia.

Beto

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