Hace pocas horas nuestro país sufrió una fuerte sacudida que
nos conmocionó a todos, no era el sismo que por los medios se viene anunciando
desde hace años, no, pero sus efectos
son impredecibles.
Liberaron a Fujimori, el dictador, el acusado de violar los
derechos humanos, de robar, de corromper el Estado. Pero también al que se le
atribuye la pacificación del país, la reforma del Estado y ser el responsable de nuestra bonanza económica.
La mayoría del país respalda el indulto, su edad avanzada y
su precario estado de salud parecen
justificarlo. Sin embargo, lejos del rechazo al que tienen derecho las familias
de las víctimas de su política antisubversiva, lo que causa extrañeza en un
sector, y rechazo en otros, es la forma
en que se llevó a cabo. Sería pecar de ingenuo aceptar fácilmente que nuestro mandatario otorgó dicho indulto preocupado por la salud del señor Fujimori. Más sencillo es creer que su verdadera motivación nace de un pacto
político, del canje de su permanencia en el gobierno por la libertad del señor
Fujimori.
Si esto realmente se confirma, nuestro presidente habría
descendido a una situación bastante penosa. Considero que lo peor para él no es perder
el apoyo de los grupos que lo llevaron al poder, lo peor es perder el respeto de sus oponentes
políticos y quedar totalmente a su merced.
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