El globo era mi infancia reunida:
juegos y sueños tejidos al azar.
Con la fuerza del aire se elevaba hasta mis manos
y bajaba convertido en paloma o palabra imposible
y era otra vez nube, lluvia, espejo de sonrisas.
Ese globo era rojo como el mediodía
y grande como el mediodía
y azul entre la inmensidad del silencio.
Volaba como un dragón de papel
siguiendo mis pasos, mordiendo mis tobillos,
descansando en las letras de mi nombre.
Ese globo tenía la forma de un planeta,
era un planeta,
era un mundo recién venido al mundo.
Pero un día de cenizas el globo se hizo lastre
y cayó como un ángel de adioses entre hierba y asfalto.
Mi rostro está poblado de espinas.
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