martes, 17 de enero de 2017

MIS TEXTOS: "Dame tu número telefónico"





Una de las cosas que más disfruto es ordenar mi biblioteca: limpiar y mover los estantes, cambiar de lugar los libros y pasar las cerdas de una pequeña brocha sobre sus hojas. Sin embargo, es durante mis vacaciones donde realizo un trabajo más minucioso: anillar hojas sueltas, enviar al “cuarto oscuro”  los volúmenes más viejos o dañados y deshacerme de aquellos que ya cumplieron su ciclo. Ah, y también revisar su estado y abrir sus hojas

Allí estaba, pegado en pequeño cartón,  un trozo de papel arrugado con un número telefónico, no recuerdo ahora el título del libro, volví a poner el cartón en el libro y perderlo en uno de los estantes.

Sucedió hace mucho, acababa de conocer a Mery.  Nuestra comunicación era aún muy escasa, no pasaba de unas pocas palabras, unos roces de manos y algunas  sonrisas tontas.

—Dame tu número telefónico—le había insistido— quiero hablar más contigo.
—No

Mery era muy joven, pero no por ello inexperta en estos lances, se hacía de rogar la condenada. Cada vez que venía a la bodega de mi padre, la que yo en aquel verano atendí con mayor entusiasmo,  me contestaba con una negativa y para endulzarme me regalaba  unas golosinas, una gaseosa o una botella de agua.  Con ella agarré el gusta al agua mineral.
Ella tenía mi número, se lo di a la primera, pero nunca llamaba, hasta que un día sonó el teléfono.

—Esperaba que me llamarás —me dijo en tono de reclamo.

—No tengo tu número, todavía no me lo das.

— Te lo acabo de dar cuando fui a tu tienda.

—No me has dado nada.

—Sí te lo di, recuerda.

Recordé que en su última compra me alcanzó un papel que yo tomé como  la  envoltura de una golosina, lo estruje y ... boté al cesto de basura.  Por supuesto que no se lo dije, pero no era necesario. Le pedí que me diera de nuevo el número, pero se negó  rotundamente y me colgó enfadada, o aparentando estarlo. Nuestra primera crisis, y antes de empezar. Demás está decir que di vuelta al cesto hasta encontrar el dichoso papel. Para que no se perdiera, pegué el papel en un pequeño cartón y lo guarde en uno de mis  libros. Luego llamé Mery, pero esa ya es historia conocida.


Beto

No hay comentarios: