jueves, 6 de agosto de 2015

MIS TEXTOS: "Giovanna" parte 1

Cuando era un chiquillo las vacaciones significaban tomar desayuno, alimentar a las aves y jugar a la pelota desde la mañana, haciendo una pausa para almorzar, hasta cuando empezaba a oscurecer  o hasta que mi padre, levantando la voz me  ordenara entrar a la casa, mil veces preferible lo primero, pues lo segundo iba generalmente acompañado por reprimenda pública. En la adolescencia la cosa cambio, vacaciones significaron la ilusión de iniciar un romance, o continuar con el anterior, como me pasó con Mery.

Manuel era unos años mayor que yo, y aunque no podía caminar, se las ingeniaba para ganar dinero ayudando a su padre  en el negocio familiar. Manuelito siempre tenía dinero en el bolsillo, y como se encargaba de comprar y vender,  también conocía gente.  Él gustaba de mi compañía y siempre que podía me invitaba a participar en una de sus aventuras.

— Beto, tienes que conocer a éstas chicas, son distintas, te van a gustar, van a venir el viernes, me tienes que acompañar —esta  no era la primera vez que escuchaba esta frase.

Manuel me contagio su inquietud, y creo que esperé con más ansiedad  que él la llegada del fin de semana. Después de esperar por más de media hora en su camioneta, llegaron las chicas. Eran dos, eran hermanas, la mayor era Charo  y la menor se llamaba Giovanna.

—Esta es tu oportunidad, Beto, estas chicas se dejan, si no haces nada eres un quedado, un tonto.

Giovanna debía tener a lo sumo dieciséis años, aunque parecía mayor. Era delgada, tenía el cabello "rojizo" y ligeramente ensortijado. Era muy bonita, aunque tenía mucho maquillaje, yo aún no había tratado con chicas así. No era como Rocío, la chiquilla de carita redonda y cabello largo, la chica del Cuarto “B”, ella si era castaña, tenía un hermoso cerquillo, detrás de él una  mirada juguetona y una sonrisa que parecía algodón de azúcar. Giovanna era muy  distinta.

La conversación debió ser muy pobre, no recuerdo ni una sola palabra, Manuel había comprado unas cervezas y unos cigarros, las chicas empezaron a beber y a fumar con una naturalidad que me asombraba.  La radio de la camioneta empezó a tocar una canción de Calamaro, una que hablaba de un soldado romano, Dios y el amor. Las palabras de Manuel retumbaban en mi cabeza: “Si no haces nada eres un quedado, un tonto”, y tonto fui por hacerle caso.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Ojala tengamos una segunda parte, me quedo con la curiosidad.