sábado, 23 de febrero de 2008

MIS TEXTOS: "EL PRIMER DÍA DE CLASES"

Su llamada me extrañó un poco, habían pasado cerca de dos años desde la última vez que nos vimos, subí por el ascensor, camine por el pasillo y llegué a una pequeña puerta de madera, ella me abrió, no había cambiado mucho físicamente, llevaba una blusa larga y una falda cortita, mientras terminaba de acomodar unos papeles me hablaba de su trabajo, la empresa se dedicaba a la producción y exportación de flores, ella se encargaba de la parte contable, me contó que recientemente tuvo que viajar al interior para realizar el inventario de unos rosales.

-Te ves muy bien – le dije, mientras mis ojos la recorrían de pies a cabeza.-Gracias - respondió ella-con esa voz bajita y grave que me había cautivado desde la primera vez que la escuche.- Ahora termino- continuó - mientras guardaba en un estante los últimos papeles que se encontraban en su escritorio, cogió luego su saco y partimos hacia el cine.

El primer día de clases en la universidad es muy excitante, comparado sólo al primer día en la escuela, creo, por cierto, en primaría, cuando mi madre me fue a matricular me “perdió” por un buen rato, aquel colegio es realmente inmenso.

Mi salón era el más grande, tanto así que ahora es uno de los auditorios de la facultad, no se cuál es el método que utilizan para distribuir a los alumnos, pero esa distribución a la larga resulta muy importante, pues muchas veces allí se inician romances y amistades que el tiempo no logra vencer.

Dada mi miopía nunca pude estar muy lejos de la pizarra, pero tampoco tan cerca, pues la tiza me hacia toser y más de una vez se volvía incontrolable y tenia que salir del salón para no interrumpir al profesor.En mi primer día de clases, me senté en la segunda fila de bancas, al lado derecho, cerca de la ventana. A mi derecha se encontraban los que se convertirían en mi nueva “patota”: Gazcón, Abraham,“Cerebro”y el señor Ayúl; detrás nuestro estaban Alberto,”Michelangelo”,Oswaldo y Ángel. Delante de nosotros se sentaron dos chicas, la primera era bajita, tenía unos ojos vivaces y una voz chillona, se presentó sola y me pregunto mi nombre, lo mismo hizo con todo el grupo, mas la chica que estaba a su derecha y delante mío no dijo nada, yo tome la iniciativa y le toque el hombro.

-¿Cuál es tu nombre?- le pregunté.- Gladis- contesto con una voz ligeramente grave y apagada.No era muy alta, tenía la piel rosada, una cara y unos ojos redondos y una cabello lacio que le llegaba a la cintura.Nos hicimos buenos amigos, compartíamos la misma banca y pasábamos buen rato juntos, pero me sentí absorbido así que me distancie un poco de ella, era necesario si quería acercarme a la curvilínea Jenny, la chica más linda de la base y el sueño del 99.9 % de los varones del salón. Un día me cruce con Gladis en el pasillo y note en sus ojos un brillo de decepción. Trate de arreglar un poco la situación, total tenía cinco años para hacerlo.Gladis había nacido en una provincia del centro, su padre era matemático y trabajaba como catedrático en una universidad pública y en otra privada.Ella vivía sola en la capital en una pensión regentada por religiosas, pensión cara y a la que se accedía por recomendación.

Conocí aquel lugar casi a la perfección, estuve muchísimas veces a lo largo de cinco años, tenía unas rejas grandes de metal; luego había un jardín interior; un recibidor amplio con mesas y sillas, semejante a una biblioteca, y en un mostrador se hallaba una señora con cara de pocos amigos que se encargaba de recibir visitantes y llamadas telefónicas, para luego llamar a las chicas utilizando un intercomunicador. Los dormitorios estaban en la parte más segura, se encontraban al final, eran dos estrechos pabellones separados por un callejón, nunca pude verlos de cerca ,aunque ganas no me faltaban, las chicas eran bellísimas.

La pensión también tenía un auditorio con una decena de butacas, por cierto, en una oportunidad Gladis nos invitó a un función artística que se organizaba allí pro compra de juguetes para los niños pobres. Fui con toda la “patota”, las chicas nos deleitaron con sus cualidades artísticas, todavía tengo en la memoria un coqueto festejo que bailó una chica clarita, una de las más hermosas de aquel lugar.Gladis y dos e sus compañeras hicieron una fono mímica de un popurrí que interpretaba un trío que tenía el nombre de una caja famosa, estaba muy linda y lo hizo muy bien, a pesar que se notaba contrariada con nuestra presencia.Terminada la función, mientras nos despedíamos, Walter, nuestro delegado, en su tosco estilo dijo muy suelto de huesos:
- Te la ha dedicado a ti…,tu le gustas- continuó - Gladis no dijo nada solo atinó a mirarlo.

Pasaron los cinco años, compartimos horas estudiando, tuvimos una que otra amanecida en alguna fiesta, donde intente con ella “algunas travesuras” años en los cuales me le declare, pero siempre me rechazo con una sonrisa.

Por varios años tuvo un enamorado, un estudiante de medicina, al que ella quiso mucho, pero las cosas no iban bien, según me contó, la mamá no la “pasaba”, mientras tanto yo me tragaba mis celos, escuchando los vaivenes de su relación, pero ahora creo entenderla, yo era realmente su único amigo, el único con el cual ella podía hablar.La película fue buena, ella la escogió, era una romántica que había ganado varias estatuillas doradas y que muchísima gente en el mundo vio mas de una vez, yo mismo la había visto ya, pero claro está no dije nada.Terminada la función, busque un taxi, pero ella me detuvo.

- Hay que caminar- me dijo.- Yo vivo cerca de aquí.Caminamos cerca de veinte minutos por los suburbios del centro, el recorrido no me gusto, ella lo notó y creo se arrepintió de haber insistido en su idea, las calles eran oscuras, estrechas y feas; había gente de mal vivir y en algunas puerta llegue a ver luces de colores chillones.

Llegamos a un pequeño edificio cuadrado de dos plantas, con un estacionamiento amplio, pero muy poco iluminado, el portero nos abrió y ella me invitó a pasar a una pequeña sala de recepción, esta era su nueva pensión, en la anterior no podía continuar, pues las monjas eran muy estrictas con el horario, y ella por el trabajo generalmente llegaba tarde.

Hablamos por un largo rato, la oí distinta, la sentí cansada, me contó que había terminado definitivamente con su eterno enamorado, lo dijo con una tristeza contagiosa, nos despedimos con un abrazo y un beso y quedamos con repetir la salida.Lo último que supe de ella fue que estaba estudiando una maestría, no la volví a llamar y cuando ella lo hizo tampoco le devolví la llamada, hasta ahora pienso que hubiera pasado si hubiésemos seguido saliendo…tal vez debí llamar una vez más.

Beto

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