CAPÍTULO I
LOS RELATOS DE TRADICIÓN ORAL
La admiración que sintió en sus inicios el hombre por la naturaleza, su necesidad por buscar una explicación a su origen y al sentido de su propia existencia dio nacimiento a los mitos. Los mitos, como afirma Weinschelbaum, tienen un carácter etiológico, buscan explicar los fenómenos de la vida y de la naturaleza; su trama nos lleva a los orígenes de la humanidad y sus protagonistas son seres sobrenaturales, dioses y semidioses (33). El mito es una de las primeras manifestaciones del cuento, sino la primera, se encuentra en todas las culturas y en todos los pueblos. Sin embargo, algunos ya sea por su valor artístico o por factores geopolíticos, han gozado de gran popularidad a través de los siglos, tal es el caso de los mitos griegos, romanos, egipcios e hindúes. Personajes como el Minotauro, Hércules, Isis y Ganesha forman parte de nuestra fantasía y cultura. Los mitos despojados de sus elementos religiosos dieron origen a multitud de relatos entre ellos los protagonizados por animales, con una moral naturalista, utilitaria y que buscaba asentar las normas de convivencia humana: la fábula. La fábula se convierte en una vía amena y eficaz para transmitir la milenaria sabiduría, una sabiduría sustentada en las experiencias del diario vivir; donde se critica conductas, más no personas, pues sus personajes son animales, evitando así el rechazo y la censura. Según William Hurtado, para cumplir esta función pedagógica, la fábula utiliza un lenguaje sencillo y de uso coloquial. De esta manera y a través de la actuación de objetos, plantas y animales; pudo vencer la natural resistencia del hombre a ver su perversidad e irracionalidad, sus bajezas y prejuicios (11). Los cuentos de hadas, cuya denominación no es exacta, pues existen cuentos de hadas sin hadas, también tienen un origen oral, se desarrollan en un mundo irreal, no localizado en tiempo o espacio y están protagonizados por personajes dotados de poderes excepcionales, como hadas, brujos ogros, duendes, etc. Aunque se les ha catalogado como cuentos para niños, debemos tener en cuenta que la literatura infantil es muy reciente, por ende estos cuentos iban dirigidos a un público adulto. No en vano Perrault publicó sus obras con el nombre de su hijo, atemorizado por el descrédito que ello pudiera ocasionarle. Los cuentos de hadas están llenos de símbolos y como agrega Eve Leone, enlazan a las verdades trascendentes del hombre (13).
1.2. El cuento narrado
Los primeros cuentos fueron escritos en lenguas de asirios y babilonios, de las que derivaron las semíticas, afines al sánscrito y posteriormente al hebreo y al árabe (Weinschelbaum 23). Si bien la escritura representa un gran avance en el desarrollo de la humanidad, ha creado un gran abismo entre letrados y analfabetos. Se ha generado un saber institucionalizado basado en la letra escrita, el cual por su carácter acumulativo se ha convertido en una mercancía, sabe más quien puede acceder a más libros o quién cuenta con mayor cantidad de diplomas. Ideas como estas crean elites y marginan a grandes segmentos del proceso cultural. Se ha considerado erróneamente al manejo de la escritura como el único medió de expresión literaria. Ello no corresponde a la realidad, los pueblos que aún no han accedido a la palabra escrita poseen una rica tradición oral y también son capaces de expresarse, de comunicar ideas, sentimientos y visiones del mundo: de crear cultura. El cuento es tan antiguo como el hombre, la escritura no. El cuento narrado permitió la comunicación entre los hombres e interactuar pacíficamente, les dio la posibilidad de compartir con sus semejantes creencias, costumbres, conocimientos o simplemente disfrutar de las hazañas de sus héroes. Desde épocas remotas aedos, juglares y buhoneros recorrían el mundo narrando poemas y cuentos. Los poemas homéricos, las fábulas esópicas, las leyendas nórdicas, los cuentos de Las Mil y Una Noches y los cuentos de hadas, antes de ser impresos, fueron transmitidos y preservados por la narrativa oral. Una de las principales características del cuento narrado es la posibilidad que tiene el narrador de interactuar con su auditorio, el llamado encuentro “cara a cara” del que habla Angelo Nobile (27), e ir agregando o modificando argumentos, esto lo lleva a crear una historia nueva cada vez que narra. El narrador se encuentra confrontado a público y su narración se convierte en una creación colectiva. Hemos pasado de ser un auditorio creativo a un espectador u oyente que recibe su alimento cultural sin oponer resistencia ni otorgar respuesta. Sin embargo, la narrativa oral aún mantiene dos baluartes fundamentales, donde conserva toda su magia y fortaleza: la familia y la escuela.
1.3. Funciones de la narrativa oral
A pesar del avance de literatura escrita, la literatura oral aún cumple funciones fundamentales, que van desde el desarrollo afectivo y emocional hasta ser un instrumento de protesta social. El oído es el sentido más desarrollado en el periodo prenatal, diversos estudios indican que desde la semana 16 el feto es capaz de reaccionar ante estímulos sonoros, ya en el quinto mes, el oído del bebé está completamente estructurado lo que le permite escuchar los latidos cardíacos, la voz, la respiración de la madre, convirtiéndose en sus primeros estímulos a nivel sonoro. En esta etapa el bebé es capaz de sentir, aprender y memorizar los sonidos de su entorno, la voz de su madre y la música que escucha. La voz materna, tranquilizadora y protectora, además de proporcionar seguridad, introducen al niño en el mundo de la lengua hablada, según Angelo Nobile, despierta en él niño interés por la lengua oral y propicia la progresiva adquisición de habilidades y competencias lingüísticas (29). Durante esta etapa, cumplen un rol muy importante otras formas de expresión oral como las famosas canciones de cuna, las retahílas y las adivinanzas entre otras. En lo que respecta al cuento narrado, la presencia de un narrador adulto se establece un puente generacional que permite transmitir sentimientos, valores y sensaciones. En el proceso participan todos los miembros de la familia, padres, tíos, hermanos mayores, abuelos y maestros. La literatura oral está en el núcleo mismo de las relaciones interpersonales, de las cuales es una manifestación y al mismo tiempo ayuda a afianzar. Por ejemplo, en muchos pueblos que aún no han accedido a la palabra escrita se hace necesaria la presencia de narradores de un sexo determinado para afianzar valores que tienen relación con los roles sexuales. La narrativa oral también puede transformarse en un instrumento de protesta social, ya desde tiempos muy remotos la fábula cumplió esa finalidad, el mismo tono contestatario se puede encontrar en las canciones, parodias y chistes.
CAPÍTULO II
EL ARTE DE NARRAR CUENTOS
En algunas culturas se considera a los ancianos como los narradores por excelencia, ello debido a la experiencia acumulada. El arte de narrar en las comunidades orales se ejercita desde muy temprana edad y requiere, como todas las destrezas, del aprendizaje y la experiencia. La preparación no debe limitarse a la memorización del relato, sino principalmente al arte de dirigirse a su auditorio. No se trata de memorizar un relato, sino de saberlo, de hacerlo suyo. Es necesario conocer el relato hasta en sus más mínimos detalles, tener un dominio de los hechos, pero de nada servirá este conocimiento si el narrador no cree en su relato. El cuento debe ser asimilado y apreciado por el narrador. Si el narrador lo disfruta, el auditorio lo percibe y lo disfruta también, el narrador debe ser capaz de divertirse con las mismas historias que narra. El narrador debe divertir, instruir, maravillar, emocionar, conmover: debe seducir. Hay personas que son capaces de cautivar a un auditorio sin haber pasado jamás por un taller, pero este es un arte que se debe perfeccionar. La capacitación es fundamental. Detrás hay un trabajo y debe haber seriedad, honestidad e investigación. Un buen narrador debe conocer a su público, estar al corriente de cuáles son los temas preferidos y aquéllos que a nadie interesan; su nivel cultural y el medio en el cual se desenvuelven, una palabra o frase puede tener un significado peculiar para determinado grupo. En el caso de un narrador infantil, este además, debe comprenderlos y gozar de su compañía. La técnica de la narración oral, un lenguaje fluido, la buena pronunciación, la palabra precisa para el correcto desarrollo de una narración, el cálculo del tiempo oportuno que debe durar y el mantenimiento del interés hasta el desenlace, son el resultado de la experiencia, la práctica y el estudio. Un narrador debe mantener siempre la serenidad. Como recomienda Sara Cone, si en determinado momento perdemos la confianza, la memoria nos traiciona, si decimos alguna tontería, debemos mantener la calma y no turbarnos (99). Nadie está libre de errores, en el caso de los niños, muchas veces ellos no los perciben y en el caso de adultos, los narradores expertos saben sacar provecho en favor suyo. Cada narrador tiene un código propio, la mirada, la comunicación gestual, la adaptación que hace de cada historia, el lenguaje y las imágenes que crean lo hacen único.
2.2. La elección del relato
Cuentos literarios o populares, leyendas, mitos, fábulas, anécdotas, para los cuentacuentos todo es contable, sin embargo, esta afirmación no es totalmente cierta, como afirma en el texto Los docentes como mediadores de lectura: hay cuentos que pueden ser narrados, otros que nacieron para ser leídos en silencio, que requieren de la intimidad, del encuentro entre el lector y texto (31). Muchos cuentos han sido escritos de tal forma que asemejan un sistema de relojería y no admiten modificaciones o recreaciones, pues su lenguaje es tan importante como el argumento, cuentos como el de Alicia en el País de las Maravillas entrarían a esta categoría. En cuanto a los criterios que se pueden tomar en cuenta para seleccionar un cuento para niños se pueden considerar: la edad y sus características psicoevolutivas; sus intereses, que los temas le resulten atractivos para que de este modo pueda gustarle; un lenguaje claro y sencillo, con un argumento comprensible y breve, para evitar el cansancio y el desinterés; que incluyan reiteraciones y onomatopeyas para llamar su atención y facilitar su recuerdo y aprendizaje; y que estén impregnados de cierta alegría, procurando un final feliz.
2.3. La narración propiamente dicha
La narración no sólo incluye la historia a ser contada, sino también la dramatización de la misma, que aglomera diversos recursos expresivos: lenguaje, danza, música, canciones, mímica. Además, de elementos externos al narrador como luces y escenografía. Constituyendo una totalidad estética. Como afirma Sara Cone: La importancia de la sencillez y claridad del lenguaje es evidente; nadie puede retener ni disfrutar un cuento cuando las palabras que lo expresan están por encima de su alcance (95). El manejo del lenguaje es importante, pero se potencia mucho más cuando el narrador toma en cuenta al auditorio al cual se dirige. Si le auditorio está conformado por niños, el lenguaje debe ser claro y sencillo, pero además debe hacer uso de todos los recursos que ofrece para hacer la historia más atractiva. Por ejemplo, tono de voz, mímica, onomatopeyas, repeticiones de frases y palabras, descripciones detalladas y pausas que permitan que las imágenes creadas por el narrador sean recreadas por su auditorio. El narrador debe crear un clima adecuado de silencio y expectación, procurando que todos los miembros del auditorio estén cómodos y puedan observarlo, siendo la disposición en semicírculo una de las más recomendadas.
BIBLIOGRAFÍA
Amo, Montserrat del. “La hora del cuento”. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 26 de octubre del 2008, 11:40h, http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/mcp/01362846542370507954679/p0000001.htm CONE, Bryant Sara. El arte de contar cuentos. Barcelona: Editorial Nova Terra, 1973 Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Los docentes como mediadores de lectura. Buenos Aires: Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, 2007.
FREUD, Sigmund. Tótem y tabú. (Trad. L. Ballesteros). Barcelona: RBA Coleccionables, 2002. GARRALÓN, Ana. Historia portátil de la literatura infantil. Madrid: Grupo Anaya, 2001.
LLUCH, Gemma. Cómo analizamos relatos infantiles y juveniles. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2004.
NOBILE, Angelo. Literatura infantil y juvenil. Madrid: Ediciones Morata, 1992. WEINSCHELBAUM, Lila. Por siempre el cuento. Buenos Aires: Aique Grupo Editor, 1997.
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