Me parece divertido, y hasta tierno, observar a mi madre y a
mis hermanas frente a las pantallas del televisor prendidas de aquellas series que
tienen como tema principal los milagros. Los santos son uno de los principales
conflictos de mi fe y sin querer he aprendido ya el nombre de algunos. Aunque
si de milagros se trata creo que también
puedo referir alguno.
Los que conocen mi ciudad saben que además de nuestra neblina, el smog y
el ruido; nuestra ciudad se caracteriza por sus pistas y veredas rotas, las
rompen la Municipalidad, la empresa de agua, la empresa de luz, se reparan y se
vuelven a romper, algo así como uno de los castigos que aparecen en la obra de
Dante.
Ante tanto hoyo y pista clausurada, los automóviles no tienen
otra opción que buscar nuevas rutas. Esta lógica parece no funcionar con
algunos “mototaxis”, unos pequeños engendros motorizados, mezcla de moto y
carruaje antiguo, los cuales, aprovechando su maniobrabilidad y la falta de
control policial, invaden las veredas.
Una tarde de verano, mientras aseguraba la puerta para salir
a mi clase de idiomas, me percaté que uno de estos pequeños monstruos había
invadido la angosta vereda y se dirigía directamente hacía mí, el vehículo ya no podía frenar y menos virar en otra
dirección, pues un jardín y grueso poste de luz le cerraban el paso. No había tiempo para nada, ni
siquiera para una oración o para pedir perdón por mis pecados, sólo atiné a
cerrar los ojos. Y sucedió, mejor dicho, no sucedió, el vehículo pasó detrás mío sin rozarme siquiera. ¿Creen que esto
califica como milagro?
Ahora, además de ver a ambos lados de la pista, como me
enseñó mi madre, saco la cabeza y veo a ambos lados antes de poner mis pies en
la acera.
Beto
1 comentario:
Yo lo llamaría suerte ;)
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