Hoy no tuve clase de italiano y al disponer de tiempo libre decidí tomar un bus y visitar la vieja Lima, algo impensable hace algún tiempo, algo que ahora hago más a menudo y que disfruto mucho.
Cuando visito Lima, lo hago como uno de esos turistas que no paran de
llegar, reparo en los más mínimos
detalles: la vieja arquitectura, los negocios,
las fachadas de nuestras tantas iglesias, los espectáculos callejeros,
los bares. También ingreso a los centros
culturales, que los hay. Me siento maravillado de mi vieja ciudad y feliz de
ser uno más de este “monstruo de un millón de cabezas”.
Frente a otros lugares que derrochan modernidad y dinamismo,
nuestra vieja ciudad ofrece misterio, historia y grandeza.
Digan lo que digan, nuestra ciudad es única y tiene ahora
otra cara. Los invito a perderse en sus
viejas calles.
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