sábado, 10 de agosto de 2013

MIS TEXTOS: "El león y el cuadro"


 
 
 
 
 
 
 
EL LEÓN Y EL CUADRO

Sabidos es por  todos que el león es el rey de la selva, pues esta  historia le sucedió a uno de ellos, a uno que odiaba la violencia y temía la oscuridad.

Cierto día, un león tropezó con un extraño objeto, el golpe fue tan grande que por poco y se rompe un diente. Al acercarse a ver que le había causado tan terrible dolor, encontró el marco de lo que le pareció un cuadro, la curiosidad lo llevó a desenterrarlo, y vaya que sufrió para hacerlo, pues a pesar de poseer unas garras poderosas, estas no estaban hechas para remover la tierra.

Al tener el cuadro frente a él, no reconoció el dibujo que este mostraba, por más vueltas y vueltas que le daba con sus patas, no se parecía a nada y al mismo tiempo se parecía a todo. Después de un buen rato creyó descubrir la imagen de una rosa, su flor preferida.

—Rey de la selva, ¿qué ven tus ojos en ese cuadro? — desde lo alto de un viejo árbol se escuchó claramente la voz del viejo búho

—Eh eh...—el león que conocía la sabiduría del anciano dudó en responderle, ¿sería una prueba?, tal vez no era una buena idea decir que veía una flor—.No estoy seguro,  debo pensarlo un poco más.

La curiosidad por resolver el misterio lo llevó a cargar con el cuadro y conocer otros puntos de vista, total era el rey de la selva, pero no debía saberlo todo, así que aquel día decidió visitar  a algunos de sus súbditos.

La primera en ser visitada fue una víbora.

        —¡Buen día, Majestad!

—¡Buenos  días, señora!

—¿Qué trae a mis dominios al rey de la selva?—preguntó el reptil.

—Quería hacerte una pregunta... ¿Quiero saber qué ves en este cuadro?

           —  ¡Hummmm! —después de mirar el dibujo por un buen rato la  

víbora respondió enojada—. Veo a esa “pérfida” culebra de agua hablando mal de mí, pero va a ver cuando la encuentre, no sabe lo que le espera.  

El león que no conocía que significaba la palabra “pérfida”, pero que sí conocía de la bondad de la culebra de agua, sabía que esta no era ninguna “pérfida”, se despidió cortésmente de la víbora y abandonó su guarida.

El segundo en ser visitado fue el conejo, el cual de milagro no se desmayó al ver frente a sus ojos la boca del gran felino.

        —¡No me coma, Majestad! Tengo muchos hijos que alimentar —exclamó lloroso y suplicante.

Al ver el miedo del conejo, el león sintió mucha tristeza, no le gustaba que los animales le temieran tanto, al contrario, le alegraba mucho que se acercarán a él para conversar o pedirle ayuda.

—No te asustes. Quiero hacerte sólo una pregunta.

—Diga, Majestad —respondió algo más calmado el conejo.

Al ver el extraño dibujo, el conejo dijo sin titubeos:

—Veo una madriguera. Sí, es hermosa, grande y se ve tan calientita llena de hojas secas, allí podría dormir tranquilo todo el día.

—Gracias, pequeño  amigo

Mientras el conejo veía alejarse al león, por un momento dejó de temerle, claro, sólo fue por un momento.

El zorro fue el siguiente animal en responder la pregunta.

— ¡Eh! ¡Hummmmmm! ¡Ah!, veo una trampa, sí, está bien oculta, cubierta de maleza, pero puedo verla.

—¿Estás seguro? —volvió a preguntar el león.

Las palabras del león hicieron desconfiar al zorro y lo animaron a preguntar:

—¿Y qué debo ver, Majestad?

—Es suficiente, ya me respondiste —exclamó el león y continuó su viaje, felicitando antes al zorro por su astucia para burlar las trampas y resolver los problemas.

Luego pasó a visitar al lobo. A pesar de ser el rey de la selva, la cueva del feroz canino le causaba escalofríos, era tan oscura y a la vez tan gélida. Allí estaba el terrible animal, manchado de sangre y mirándolo fijamente mientras despedazaba aún a una de sus víctimas. También el león mataba, pero no le gustaba hacerlo, para todos era un secreto que cuando este león lo hacía... cerraba los ojos.

—¿Quieres que te diga lo que veo? —preguntó el lobo.

—Mejor no —contestó el león levantando la voz— no es necesario—. Ya he visto bastante

Después de tantos sobresaltos al león le provocó visitar a un viejo amigo, un mastín que un cazador perdió de cachorro y que había crecido junto a él en la selva.

—Mi buen amigo, ¿quieres que te diga lo que veo en este cuadro? Me veo junto a ti, luchando contra tus enemigos, una vez más, una gran pelea, como en los viejos tiempos, uno a lado del otro.

No fue lo que el león esperaba escuchar, pero le gustó escuchar aquella respuesta y prometió visitar más seguido a su viejo camarada.
           Al finalizar aquel día,  el león se dirigió al viejo árbol donde moraba el búho, este volvió a hacerle la misma pregunta.
          —¿Ya me puedes decir qué ves en aquel cuadro?

El león esta vez no dudo, levantó la cabeza, miró con confianza al búho y respondió:
         —Mis ojos ven una flor, una flor en un hermoso campo verde.


BETO

 

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