EL LEÓN
Y EL CUADRO
Sabidos es por todos que el león
es el rey de la selva, pues esta
historia le sucedió a uno de ellos, a uno que odiaba la violencia y
temía la oscuridad.
Cierto día, un león tropezó con un extraño objeto, el golpe fue tan
grande que por poco y se rompe un diente. Al acercarse a ver que le había
causado tan terrible dolor, encontró el marco de lo que le pareció un cuadro,
la curiosidad lo llevó a desenterrarlo, y vaya que sufrió para hacerlo, pues a
pesar de poseer unas garras poderosas, estas no estaban hechas para remover la
tierra.
Al tener el cuadro frente a él, no reconoció el dibujo que este
mostraba, por más vueltas y vueltas que le daba con sus patas, no se parecía a
nada y al mismo tiempo se parecía a todo. Después de un buen rato creyó
descubrir la imagen de una rosa, su flor preferida.
—Rey de la selva, ¿qué ven tus ojos en ese cuadro? — desde lo alto de un
viejo árbol se escuchó claramente la voz del viejo búho
—Eh eh...—el león que conocía la sabiduría del anciano dudó en
responderle, ¿sería una prueba?, tal vez no era una buena idea decir que veía
una flor—.No estoy seguro, debo pensarlo
un poco más.
La curiosidad por resolver el misterio lo llevó a cargar con el cuadro y
conocer otros puntos de vista, total era el rey de la selva, pero no debía
saberlo todo, así que aquel día decidió visitar a algunos de sus súbditos.
La primera en ser visitada fue una víbora.
—¡Buen día,
Majestad!
—¡Buenos días, señora!
—¿Qué trae a mis dominios al rey de la selva?—preguntó el reptil.
—Quería hacerte una pregunta... ¿Quiero saber qué ves en este cuadro?
—
¡Hummmm! —después de mirar el dibujo por un buen rato la
víbora respondió
enojada—. Veo a esa “pérfida” culebra de agua hablando mal de mí, pero va a ver
cuando la encuentre, no sabe lo que le espera.
El león que no conocía que significaba la palabra “pérfida”, pero que sí
conocía de la bondad de la culebra de agua, sabía que esta no era ninguna
“pérfida”, se despidió cortésmente de la víbora y abandonó su guarida.
El segundo en ser visitado fue el conejo, el cual de milagro no se
desmayó al ver frente a sus ojos la boca del gran felino.
—¡No me coma,
Majestad! Tengo muchos hijos que alimentar —exclamó lloroso y suplicante.
Al ver el miedo del conejo, el león sintió mucha tristeza, no le gustaba
que los animales le temieran tanto, al contrario, le alegraba mucho que se
acercarán a él para conversar o pedirle ayuda.
—No te asustes. Quiero hacerte sólo una pregunta.
—Diga, Majestad —respondió algo más calmado el conejo.
Al ver el extraño dibujo, el conejo dijo sin titubeos:
—Veo una madriguera. Sí, es hermosa, grande y se ve tan calientita llena
de hojas secas, allí podría dormir tranquilo todo el día.
—Gracias, pequeño amigo
Mientras el conejo veía alejarse al león, por un momento dejó de
temerle, claro, sólo fue por un momento.
El zorro fue el siguiente animal en responder la pregunta.
— ¡Eh! ¡Hummmmmm! ¡Ah!, veo una trampa, sí, está bien oculta, cubierta
de maleza, pero puedo verla.
—¿Estás seguro? —volvió a preguntar el león.
Las palabras del león hicieron desconfiar al zorro y lo animaron a
preguntar:
—¿Y qué debo ver, Majestad?
—Es suficiente, ya me respondiste —exclamó el león y continuó su viaje, felicitando
antes al zorro por su astucia para burlar las trampas y resolver los problemas.
Luego pasó a visitar al lobo. A pesar de ser el rey de la selva, la cueva
del feroz canino le causaba escalofríos, era tan oscura y a la vez tan gélida.
Allí estaba el terrible animal, manchado de sangre y mirándolo fijamente
mientras despedazaba aún a una de sus víctimas. También el león mataba, pero no
le gustaba hacerlo, para todos era un secreto que cuando este león lo hacía...
cerraba los ojos.
—¿Quieres que te diga lo que veo? —preguntó el lobo.
—Mejor no —contestó el león levantando la voz— no es necesario—. Ya he
visto bastante
Después de tantos sobresaltos al león le provocó visitar a un viejo
amigo, un mastín que un cazador perdió de cachorro y que había crecido junto a
él en la selva.
—Mi buen amigo, ¿quieres que te diga lo que veo en este cuadro? Me veo junto
a ti, luchando contra tus enemigos, una vez más, una gran pelea, como en los
viejos tiempos, uno a lado del otro.
No fue lo que el león esperaba escuchar, pero le gustó escuchar aquella
respuesta y prometió visitar más seguido a su viejo camarada.
Al finalizar aquel día, el león se dirigió al viejo árbol donde moraba el búho, este volvió a hacerle la misma pregunta.
—¿Ya me puedes decir qué ves en aquel cuadro?
Al finalizar aquel día, el león se dirigió al viejo árbol donde moraba el búho, este volvió a hacerle la misma pregunta.
—¿Ya me puedes decir qué ves en aquel cuadro?
El león esta vez
no dudo, levantó la cabeza, miró con confianza al búho y respondió:
—Mis ojos ven una flor, una flor en un hermoso campo verde.
BETO
—Mis ojos ven una flor, una flor en un hermoso campo verde.
BETO
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