Lima, capital del Perú, fundada por los españoles en 1535, es
una de aquellas ciudades que por su riqueza
e historia, así como por el tamaño de su población, podría tranquilamente
convertirse en un nuevo país. Se puede concebir una Lima sin el resto del Perú,
pero no un Perú sin Lima.
Producto de la bonanza económica de los últimos años, ninguna
ciudad del país ha tenido un crecimiento tan espectacular como Lima. Sin
embargo, nuestra ciudad se encuentra ahora remecida por un proceso de revocatoria
en contra de las autoridades municipales. Este nuevo proceso, además de mostrar las distintas simpatías
políticas, ha permitido revelar fenómenos y facetas poco
visibles de nuestra ciudad.
Uno de ellos es confirmar que
nuestro país sigue dividido, nuestra ciudad está llena de contrastes, color
de la piel, origen, nivel cultural, costumbres, crean recelos entre los
distintos grupos; el racismo sigue vivito
y coleando; la corrupción sigue anidando en las distintas instituciones y asfixia
todo intento de cambio; y
principalmente, a pesar de haberse anunciado hace algunos años , entre bombos
y platillos, que en nuestro país se había erradicado el analfabetismo, muchos
de nuestros conciudadanos viven aún entre sombras y son fácilmente manipulados
por demagogos.
Lejos de las simpatías políticas y de la pertinencia de este
proceso de revocatoria; según mi modesto entender, el análisis costo beneficio
perjudica a la ciudad; han pasado casi veinte años de continuo crecimiento económico,
tal vez tengamos más dinero en los bolsillo, pero ello no nos ha hecho mejores.
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