"El hombre es un animal de costumbres", es una frase muy conocida y una con la que comulgo religiosamente. El hecho de ser docente me lleva a asistir todos los veranos a algún taller o curso de actualización.
A diferencia de años anteriores, gastos imprevistos hicieron que mi partida para este rubro disminuyera sustancialemente, así que tuve que buscar cursos más "modestos". Pero me llevé una grata sorpresa, a pesar de algunas limitaciones logísticas, tuve la suerte de encontrar a un grupo mágnifico de personas deseosas de aprender y de compartir experiencias. Había olvidado que los maestros pueden hacer maravillas con cartón, papeles de colores, goma y tijeras. También que muchos de ellos realizan su labor en situaciones muy adversas, y, sin embargo, no pierden esa alegría tan caracterítica en ellos. Pero lo más importante, su mística y el compromiso que tienen con sus pupilos.
El último día del curso una de las expositoras, también una maestra de escuela, me alcanzó un trabajo muy sencillo hecho con cartón, papel lustre, y hojas blancas, al final de la clase me acerqué a devolverlo, pero me dijo que era un obsequio. Al salir me dirigí a la librería más cercana a adquirir material para elaborar mis propias "creaciones".
Siempre he admirado a los artistas, me parecen seres extraordinarios a los que las mayoría de las personas les cuesta entender, mas hoy me doy cuenta que un buen maestro es también un artista en potencia.
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