jueves, 9 de diciembre de 2010

LITERATURA: "SOR PRESA"

QUE ME enamorara de mi profesora de religión no hubiese tenido nada extraño si ella no se hubiese vestido de azul ni llamado Sister Mary.

No era amor verdadero, claro está. Era más bien una mezcla de curiosidad, admiración y misterio, lo que me llevaba a contemplarla con más entusiasmo que a mi álbum de figuritas.

El brillo de sus dientes superaba con creces al del crucifijo plateado que siempre llevaba consigo. Cuando estaba alegre, todo el colegio cabía dentro de su sonrisa. Era canadiense y en su cara la nieve seguía cayendo de a poquitos.

Pero no era por la perfección de su nariz ni la profundidad de sus ojos, que mi mirada la buscaba en clases y la encontraba en el recreo con una botella de agua mineral en la pureza de sus manos. La miraba para adivinarla más allá de su aura azul. ¿Su cabello sería del mismo color que sus pestañas? ¿Tendrían sus hombros la misma suavidad que sus palabras?

Todo sucedió una mañana en que las nubes se dispersaron para dejar paso a un sol inmenso. Como lluvia repentina, el agua mineral había caído sobre el hábito de Sister Mary. Ella estaba en el baño y yo lo sabía. Mi mirada jamás estuvo tan cerca. A través de la cerradura supe que había develado el misterio. Ya no importaba su pelo, ni sus hombros, nada: dos chirimoyas blanquísimas colgaban de su pecho con firmeza.

Desde ese día comencé a comer ensalada de frutas.

Lorenzo Helguero

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