sábado, 9 de julio de 2016

MIS TEXTOS: "Un sueño"


—Pase  —fue lo que dijo la doctora al asomarse por la puerta de consultorio—. Tome asiento.

Habían pasado ya cerca de ocho años desde aquel desafortunado incidente, me había sometido ya a anteriores pruebas, pero por la naturaleza de la enfermedad, necesitaba una prueba más.

—Tengo los resultados de la prueba, es negativo, ¿lo esperabas? —preguntó.

—Sí —contesté con una mezcla de alegría y satisfacción—. Pero necesitaba esta prueba.

— ¿Qué piensas ahora?

—Me siento libre, libre de un gran lastre, creo  que puedo por fin  vivir normalmente.

—Me alegra escuchar eso, es cierto, estás sano.

Me despedí con un apretón de manos y salí presuroso.

La mañana estaba hermosa y había un sol espléndido, cogí un auto y fui a ver a mi vieja amiga.

Llegué frente a esas grandes torres y subí velozmente las escaleras, la puerta del departamento estaba entreabierta, entré y me acomodé en un sofá como lo hacía siempre. Apareció entonces la muchacha de servicio con dos grandes bolsas de basura, me saludó y me dijo:

—La señora no está, tuvo que ir a su trabajo.

—Gracias, vendré más tarde —me levanté y salí.

Cuando regresé por la noche la casa estaba en desorden.

—¡Me ha dejado y se ha llevado a mi hijo! —me dijo con voz temblorosa.

Sofía una amiga mutua trataba de calmarla:

—No es el fin del mundo, podrás rehacer tu vida, eres joven y bella.

Yo no entendía lo que pasaba, cada vez se estaba poniendo más nerviosa, sus ojos empezaban a brillar y caminaba frenéticamente de un lugar a otro, parecía una figura de cristal que empezaba a quebrarse. Hasta que en un momento se sacó el reloj y las pulseras, entonces vi esas cicatrices en su muñeca, ese tipo de marcas yo las conocía muy bien.

Entonces entendí todo, claro era eso, ella había tenido más contacto con los pacientes que yo…estaba enferma.

Mientras tanto Sofía seguía hablando, tratando de calmarla, cogí a Sofía por la cintura y prácticamente la saqué del departamento.

—Disculpa, tengo que hablar con ella, te llamo más tarde —le dije.

Por su mirada pareció entender.

—¿Es eso verdad?, ¡ya lo entiendo todo! — le dije mirándola fijamente.

—¡Sí! … ¡mi vida ya no tiene sentido!

— ¡No estás sola, yo estoy contigo!

—¡No tú también te aburrirás, te irás como él!

— ¡Yo te amo!

—No puedo darte nada —me contestó suavemente.

-—Sí puedes le dije —mientras acercaba lentamente mi cara a la suya y le daba un beso.

 

A la mañana siguiente, al despertar, vi a mi alrededor, estaba en mi cuarto, todo había sido un sueño, por suerte, sólo un sueño.

 

Beto

 

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