Primero fue Semana Santa, ahora le tocó el turno a la Navidad, parece ser que las grandes fiestas, al igual que las personas, mueren poco a poco, agonizan, desaparecen. Mas este no es el caso del fútbol, el cual cada cuatro años paraliza el mundo, ad portas de iniciar un nuevo mundial, se habla ya de modificar horarios de trabajo, de suspender clases los días de los partidos. ¿Díganme si hay otra fiesta más vigorosa? ¿Si esta no es una verdadera fe? Una fe que trasciende religiones, que cruza océanos, que tiene grandes templos y una verdadera constelación de dioses y semidioses terrenales a quien adorar. La magia del fútbol embelesa y por momentos nos abstrae de nuestras pequeñas y grandes preocupaciones.¡Larga vida al fútbol!
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