martes, 1 de noviembre de 2011

UN TEXTO AMIGO: "PEPITO Y EL PATITO FEO"


PEPITO Y El PATITO FEO
Como cada verano de playa y de riquísimos helados, los niños disfrutaban sus vacaciones persiguiendo las olas del mar. Pepito no era la excepción, estaba feliz de pasar el verano en la casa de playa con su mamá y de no estar en la escuela, pues sus compañeros lo molestaban por ser el más pequeño y flaquito de la clase.
Pronto terminaron las vacaciones y la mamá de Pepito tuvo que llevarlo con su papá. Su padre vivía en una granja y había formado otra familia, situación que molestaba mucho al niño.
Pepito, disgustado por estar en la granja, se aisló totalmente de su papá y hermanos, no aceptaba que sus padres se hubieran separado y menos tener otra familia. Prefirió pasar su tiempo observando a los animales en particular a los patos, se la pasaba siguiéndolos y tratando de entenderlos.
Justo en ese verano en la granja a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos. Pepito observaba y compartía el entusiasmo de todos los animales de la granja por tal acontecimiento.
El gran día por fin llegó, los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verlos por primera vez. Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.
Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento. Pepito también esperaba con expectativa la venida del único patito que se había tardado tanto en salir.
Poco a poco el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente patito, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, era un patito tan feo.
La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un hijo así, y le apartó con el ala mientras prestaba atención a los otros seis. Pepito sintió un gran asombro al observar la fealdad del pato, pero se desilusionó más porque pensaba que entre los animales que habitaban el corral no existía discriminación .
El niño observó que el patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no lo querían. Pepito se acordó que en la escuela nadie lo quería porque era el más chiquito y flaquito. Él sabía lo difícil que era pasar por esa situación.
En aquel momento decidió acercarse más al patito feo, quería hacerle sentir que no estaba sólo.
Pero pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante torpe el pobrecito. El patito feo por más que sentía que Pepito estaba a su lado se sentía muy triste al no ser aceptado por su familia.
Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe.
El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto. Una mañana muy temprano, antes de que se levantase Pepito, huyó por un agujero del cercado.
Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían, pero se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí corriendo.
Pepito, al darse cuenta que el patito feo ya no estaba, lo busco incansablemente, pero regresaba cada tarde triste a la granja porque no lo encontraba.
Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre, pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendían dispararle. Pepito lo encontró y lo quiso llevar a la granja, pero patito no quería así que entendió que lo debía dejar pero regresaría todos los días a visitarlo.
Al fin llegó la primavera, el patito y Pepito pasaron por un estanque donde encontraron las aves más bellas que jamás habían visto hasta entonces. Eran elegantes, delgados y se movían con tanta distinción que el patito se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. Pepito lo animó para que se acercara a ellas, como no tenía nada que perder se acercó y les preguntó si podía bañarse también.
Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:
- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
A lo que el patito respondió:
-¡No os burléis de mí! Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso...
- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.
El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne! Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.
Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre. Pepito feliz por ver a su amigo con su verdadera familia regresó a la granja y se integró a su nueva familia viviendo feliz, al igual que su amigo, el patito feo.
FIN

Maira Pautrat

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