domingo, 22 de junio de 2008

UN TEXTO AMIGO: "TE VI AYER"

Ya todo acabo, no pienses más en mí, dijiste la última vez que nos vimos. No puedo evitar sentirme así, este encierro me vuelve loco. Pronto va amanecer y hoy es uno de esos días en que no puedo dormir y el único consuelo que tengo es escribirte.

Te vi ayer y pensé que no me ibas a reconocer.

Caminabas rápido y suave como el viento y la mirada fija en el horizonte, como si sólo existieras tú. Fue un alivio verte de nuevo y encontrar ese brillo en tus ojos, esa sonrisa traviesa que extrañé desde que te alejaste de mi vida. Tengo que decirte tantas cosas ¿Cómo me encuentras? Tu intuición no tiene límites. Aprendiste a conocerme, a pesar del poco tiempo de ser enamorados. No pensé tenerte tan cerca y lejos a la vez. Imagine encuentros en los que pasarías de largo y ni siquiera dirías hola. Siempre he sido inseguro. Pero verte fuerte, plena, me dio valor para decirte lo que siento. Ya no puedo llevar más esta cruz.

Uno valora algo cuando ya lo ha perdido.

Ese es mi gran problema. He tropezado por soberbia y mi equívoco sentido de libertad; en suma: arriesgué, jugué y perdí. ¡Quién me lo iba a decir! Te tuve a mi lado y al mismo tiempo fui un aventurero que creía saberlo todo. Contradictoria es mi existencia. Había tanto por compartir; pero mis prioridades eran mis borracheras, los amigos y el fútbol y un inacabable etc., que extinguieron, sin remedio, tu paciencia. No sólo te traicioné a ti sino a mí y a mi madre, el ángel guardián; quién soportó mis arrebatos con una paciencia inigualable.

Me duele haberte herido.

Sé que te sentías utilizada. Cuando te conocí, fuiste tú quien me dio la primera estocada. Tu negativa hizo de mí un estratega, un irremediable conquistador. Usé los recursos que aprendí como buen alumno de mujeres mayores y con tal de conseguir mi propósito hasta me gane el afecto de tus hermanas.


Ahora, soy distinto. Murió el muchacho inmaduro y renació un hombre de fe. De ateo convicto y confeso he pasado a ser un cristiano comprometido.

¿Me imaginas como mensajero de Dios? ¿Recuerdas?, era un caso perdido. Mi familia simplemente se resignaba al ver mi condición y los que decían ser mis amigos me alentaban a derrochar mi tiempo, se burlaban de todo y caía en su trampa y me extravié en las juergas del fin de semana aquéllas que me alejaron incontables momentos de ti. Y después venía lo peor, el vacío inmenso, oscuro, sin salida, llamado soledad. A veces lloraba como un niño y no sabes cuánto quise buscarte, aunque imaginaba que me odiabas.

¡Qué pena me das! No puedo verte así. Será muy tarde cuando reacciones. Escúchame, no lo hagas por mí...Se acabo.

Tus palabras las recuerdo como si fuera ayer. ¡Cuánta falta me haces!

Muchas veces intenté acercarme a ti, la vez que me encontraste cerca de tu casa y te dije que pasaba a visitar a un amigo no era casualidad, fue una excusa tonta para hablar contigo. Atravesaba una de mis tantas luchas contra mi peor enemigo: mi conciencia. Simplemente te salude y repare en cosas vanas. No pude soportar tu distancia.

En cambio la tristeza y el encontrarme solo me fueron acorralando.

Para castigarme el destino determinó que también se marchase de este mundo el ser adorado por todos, mi abuela. ¿Te acuerdas de ella? De sonrisa inigualable con sus abrazos y besos dulcemente tibios. ¿Te acuerdas que me aburría verla seguido? y tú me insistías tanto que la visitara, pero yo terminaba por hacer lo contrario, no ir. Tampoco escuche a mi madre.

Hijo, deja de destruirte, vamos a pedir ayuda. Por favor, aléjate de esas malas juntas...

Como me duele haber sido indiferente, he desperdiciado el tiempo. Los seres más valiosos han estado cerca de mí y los he dejado abandonados, como mis sueños que también deje a la deriva, sin perseguirlos.


¿Sabes? deje mis estudios de ingeniería y hoy me dedico al negocio familiar. No me va mal. Como olvidar esa etapa pasajera.

Qué pobre diablo fui. Hace tanto tiempo debí explicarte mis pasos inciertos, mis caídas voluntarias, sin sentido. Aunque me cuesta olvidar el horror que vivió mi madre, quien murió creyendo en mí, sin tener la esperanza de verme libre de mis vicios. Tiene razón mi familia al repudiarme y al decir que le cause la muerte. Sí yo la mate con mi abandono, mis vicios y locuras. ¡De qué vale contarte eso ahora!

¡No tienes salvación! Estas desperdiciando tu vida -me decían mis hermanos.

Volver atrás es imposible y si el perdón llega tarde es porque no tuve el valor de enfrentarlos. Aún me pregunto ¿qué paso? ¿cómo pude equivocarme? Por eso tuve ganas de acabar con todo de una vez, pero no tenía derecho de hacerles más daño. Estos años sin fe, ni dignidad, ni sueños han logrado cambiar al hombre sin dirección, por uno que ya sabe a donde va.

Y al fin comprendí: las palabras por sí solas no tienen significado, si las acciones no las acompañan. Nunca dejaré de arrepentirme, pero ya no me ocultaré más en los malos recuerdos.

Quiero verte. No me juzgues de antemano. Sé que te hice sufrir, nada justifica mis acciones. Pero, los años no pasan en vano; verás quien soy ahora. Tan sólo te pido que me visites. Este lugar es un abismo y nos arrastra a convertirnos en tristes sombras de humanidad. Espero tu respuesta, hay algo que debo decirte si Dios me da tiempo y tregua.

.............................................................................................................................................Miguel

En la cárcel, hay tiempo para no olvidar los errores.

María Fajardo

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